sábado, 3 de mayo de 2014

Cuatro obras conservadas en una colección particular castellonense

En fechas recientes hemos tenido noticia de la existencia de cuatro obras de Manolo Safont en una colección particular castellonense, tres de las cuales desconocidas y anteriores a su inmersión en el mundo del arte abstracto.

Se trata, en primer lugar, de dos pequeñas piezas inspiradas en el arte egipcio, si bien reinterpretadas por el autor con el fin de darle un toque personal, cosa que consigue plenamente. Sobre unos fondos rugosos, hechos adrede, vemos unas figuras femeninas, una en cada placa, una mirando a la derecha y la otra a la izquierda, formando pareja, y constituyendo un conjunto decorativo muy agradable, propio de su trabajo de finales de la década de los 50 o muy a comienzos de los 60 del siglo pasado. No están fechadas ni firmadas por el autor, o no en el anverso, y forman parte de dicha colección desde hace unos cincuenta años.

Son el mejor ejemplo conocido hasta ahora, de las "pinturas egipcias" a las que Safont alude en alguno de sus escritos y a las cuales renunció expresamente a partir de comienzos de los años 60, para cambiar de estilo, por un lado, y poder trabajar con mayor libertad, por otro, una obsesión que le persiguió a lo largo de toda su vida.






No es menos interesante el cuadro que figura a continuación, que nos muestra una escena de arte rupestre, en la que imita el fondo rugoso de la piedra de un techo pintado, y en donde tanto la figura del cazador como la de los animales se encuentran pintados con el color rojo tan característico de su producción cerámica.

Puede observarse que alguna de las piezas se hallan partidas y que algunas otras parecen no corresponderse con el conjunto, si seguimos el dibujo de toda la composición. Podría tratarse de los restos de una obra de mayor tamaño, que debió tener algún problema de cocción, que pudo haber supuesto la pérdida de un número indeterminado de piezas y su reutilización en formato menor, aunque consiguiendo mantener un conjunto armónico y agradable a la vista. Esto podría explicar también la extraña ubicación de la firma, aparentemente impropia, si bien hay que tener en cuenta que Safont no firmaría siempre sus obras en el ángulo inferior derecho, o izquierdo de sus cuadros, sino en lugares bien distintos.

El cuadro, a pesar de todo, es una pieza de enorme calidad y buen ejemplo de sus pinturas "rupestres" igualmente citadas en sus escritos, como las anteriores, e igualmente abandonadas a comienzos de los años 60 de la pasada centura. Este cuadro pudo haberse pintado en el año 1961, como parece leerse debajo de la firma, pero no tenemos en estos momentos una certeza absoluta al respecto.




La cuarta y última obra sí era conocida, a través de la documentación conservada en el archivo personal de Manolo Safont, que nos indica haber sido realizada en el año 1970, y nos muestra a una estilizada paloma de la paz sobrevolando un campo de batalla, como vemos en las alambradas de la parte inferior, escena muy propia de sus obras de finales de los años 60 y comienzos de los 70 de la pasada centuria, en las que incluía símbolos de denuncia de la violencia, la opresión, la dictadura del momento y, por supuesto, también la guerra.

Son varios los cuadros conocidos actualmente, en donde la imagen de una paloma es el eje de la composición, si bien esta es la pintura más directamente vinculada a este sentimiento de denuncia que el propio Safont reflejó en muchos de los dibujos que realizó a finales de los años 60, como bocetos o primeras ideas para desarrollar en posteriores cuadros cerámicos.










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